Si lo piensas bien, los céntimos son un verdadero incordio. Son pequeños y aparentemente casi sin valor, y a pesar de ponerlos a buen recaudo en la cartera o el bolso, parece que siempre acaban obstruyendo el filtro de la lavadora, deslizándose por los lados de los cojines de tu sillón favorito o siendo aspirados por el aspirador.
Sin embargo, en un día especial de cada año podemos dedicar tiempo a recoger esas monedas siempre errantes y, por fin, hacer con ellas algo más útil de lo que solemos hacer donándolas a una organización benéfica de nuestra elección. El Día del Centavo Perdido es el día perfecto para dedicar un momento a reconocer que, a pesar de que los centavos pueden parecer que no valen mucho, aún pueden encontrarse y utilizarse para ayudar a los necesitados, para quienes cada centavo cuenta y suma.
Historia del Día del Centavo Perdido
El primer centavo de la historia fue diseñado por Benjamin Franklin y acuñado en 1787. Sin embargo, el penique que conocemos hoy, adornado con el busto del difunto presidente estadounidense Abraham Lincoln, se acuñó por primera vez en 1909 y se puso a la venta el 12 de febrero para conmemorar el centenario de su nacimiento.
La fundadora del Día del Centavo Perdido, Adrienne Sioux Koopersmith, escribió un post sobre su idea, explicando que lo que intentaba demostrar era «Un cambio insignificante puede suponer una diferencia asombrosa», que es un mensaje muy positivo, y que podemos sospechar que el propio Honesto Abe habría apoyado. De hecho, una de las citas más conocidas de Lincoln fue: «Camino despacio, pero nunca camino hacia atrás».
Cómo celebrar el Día del Centavo Perdido
El Día del Centavo Perdido es el momento perfecto para revisar tu casa -el sofá, los bolsillos de los viejos abrigos que no te has puesto en años, y cualquier otro rincón que se te ocurra- con el fin de encontrar el mayor número posible de centavos (o de monedas sueltas en general). Si tienes hijos, puedes incluso convertir la búsqueda en un elaborado juego, una competición para ver quién encuentra más monedas por la casa acumulando polvo. Cuando hayas puesto tu casa patas arriba, será el momento de contar todo el cambio que hayáis encontrado tú y tus hijos, y ver quién ha ganado.
Pero la diversión no acaba ahí. El siguiente paso es decidir qué hacer con el dinero que habéis encontrado, y esto podría ser una oportunidad para enseñar a tus hijos una o dos lecciones importantes sobre la vida. Puedes ayudar al ganador a buscar una organización benéfica que pueda utilizar el dinero, y luego extender un cheque a esa organización benéfica por la cantidad que hayas encontrado -aunque sólo sean unos pocos dólares, asegúrate de que tus hijos entienden cuántos tazones de sopa caliente podrían comprar para los sin techo, o cuánta comida para perros o gatos podría comprar para los animales del refugio.
Alternativamente, si crees que tus hijos son lo suficientemente maduros para ello, podrías llegar a llevarlos al centro de la ciudad para que compren una taza de café y un bocadillo para ese hombre o mujer sin hogar que siempre se sienta en el mismo banco. Sea cual sea la forma en que tú y tus hijos decidáis gastar el dinero que habéis encontrado, asegúrate de que entienden lo mucho que pueden significar los pequeños gestos para los necesitados. Es, sin duda, una lección que nunca olvidarán.
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