El cielo no está pavimentado de oro con gigantescas puertas perladas, sino que tiene pilares de pan de jengibre, ventanas de cristal de azúcar y piscinas de natillas de vainilla.
No hay nada tan delicioso como las natillas de vainilla, la rica textura cremosa, el ligero y delicioso sabor a vainilla, es simplemente el final perfecto para cualquier día. Las natillas son uno de los postres más sorprendentes y se han comido solas, se han utilizado para rellenar tartas e incluso se han inyectado en donuts. El Día de las Natillas de Vainilla celebra este delicioso manjar.
Historia del Día de las Natillas de Vainilla
El origen de las natillas se remonta a la época de la Antigua Roma, y las tartas de vainilla eran increíblemente populares en la Edad Media. Aunque las natillas de vainilla son una delicia, ¡las natillas no se hacían sólo como postre! Podías encontrar natillas de frutas, de pescado y de carne, ¡casi cualquier cosa que se te ocurriera! Las natillas eran realmente un tipo de comida diversa y muy apreciada a lo largo de los tiempos.
Hay muchas formas diferentes de disfrutar de tus natillas de vainilla, y pueden ser simplemente increíbles con los aderezos. Tanto si se trata de una simple cucharada de nata montada como de una espolvoreada de frambuesas, el sutil sabor de la vainilla complementa muchos tipos de comida diferentes. ¿Qué se te ocurre para un postre? ¿Una tarta de fresas y vainilla? ¿Un helado con crema de vainilla? El Día de las Natillas de Vainilla es tu oportunidad de ser creativo
Cómo celebrar el Día de las Natillas de Vainilla
Como hemos dicho, ¡ponte creativo! Seguro que puedes empezar con unas simples natillas de vainilla, pero a partir de ahí ¡deja hablar a tu imaginación y creatividad! A continuación te damos una receta para que te pongas en marcha, ¡déjanos saber qué se te ocurre!
Divina Natilla de Vainilla
- 3c Leche
- 8 Yemas de huevo, grandes
- 2/3c de azúcar
- 1/4c Maizena
- 1/4 de sal
- 1T de mantequilla, ablandada y sin sal
- 1 cucharada de vainilla
Coge un cazo grande y calienta la leche en él hasta que esté casi hirviendo (pero sin llegar a hacerlo). Mientras esto sucede, mezcla las yemas, la maicena, la sal y el azúcar hasta que no haya problemas. A continuación, añade 1c de leche a esta mezcla sin dejar de batirla, y pásalo todo al cazo. Cuécelo a fuego lento hasta que se espese, removiendo constantemente; quizá quieras conseguir un termómetro de lectura instantánea para poder comprobar la temperatura. Cuando alcance esta temperatura, pásalo inmediatamente por un colador de malla fina, forzándolo a pasar rápidamente a un bol. A continuación, añade la mantequilla y la vainilla, cúbrelo con papel encerado y ponlo a enfriar en la nevera durante 3 horas. ¡Que lo disfrutes!
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